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El café alarga el día… y la vida

Voy en este momento por el tercer café del día. Es un espresso preparado con la mayor ortodoxia (y fruición): no lleva azúcar ni leche ni nada que altere su sacra esencia de café. Fue recién molido, así que acaba de inundar con su aroma la cocina de mi casa. Repito el rito todos los días y siento –no estoy diciendo nada que no se haya dicho antes- que realmente la vigilia comienza a partir de ese momento.

Llevo años haciéndolo y prestando oídos sordos a quienes le reprochan al café horrendos pecados: insomnio, cáncer, úlcera, entre otros. Creo que de haberlo creído aún así habría continuado bebiendo mis múltiples espressos cada mañana. Felizmente –porque la duda puede carcomer las más firmes convicciones- nunca caí sobre una corroboración científica de lo que siempre me ha parecido pura apostasía. Pero ahora acaba de suceder… lo contrario: la demostración de que el café sólo causa dicha.

Es lo que dice, más o menos, el resultado de la investigación publicada esta semana en la revista especializada estadounidense Annals of Internal Medicine. La conclusión del estudio es que en los hombres que beben tres cafés o más durante el día el riesgo de mortalidad prematura es 18 por ciento inferior que en el resto. Y 8 por ciento inferior en las mujeres. Las enfermedades cuya ocurrencia disminuye gracias al café son principalmente las cardiovasculares y las que afectan al sistema digestivo.

La publicación reproduce los resultados de lo que se llama en medicina un “estudio estadístico” -por contraposición a los de laboratorio- que llevó a cabo la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante 16 años en diez países de Europa. La muestra reunida para esta investigación es significativa: 520 000 personas. Otro estudio que también reproduce Annals of Internal Medicine se realizó durante el mismo periodo de tiempo en Estados Unidos con 185 000 sujetos y llegó a las mismas conclusiones.

La enormidad de la muestra (entre ambas suman 700 000 personas) hace creíble los resultados. No sólo por la parte cuantitativa: los investigadores se preocuparon de limpiar las variables asociadas al consumo de café para evitar que el estudio incurra en conclusiones erróneas. De hecho la existencia de tales variables es la mayor amenaza contra la certidumbre en los estudios estadísticos.

Por ejemplo el periódico español El País, que se hace eco de la publicación americana, recuerda que en 1991 la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer, una rama de la OMS, había estigmatizado al café por “posiblemente carcinógeno para los seres humanos”, después de encontrar “indicios limitados” de un vínculo con el cáncer de páncreas.

Pero en 2016 la misma OMS regresó sobre sus pasos: examinó más de mil estudios y concluyó que no había pruebas de que el café fuera cancerígeno. El mismo periódico recuerda que los aficionados al café suelen fumar más que quienes no lo son y la comprobada incidencia del cigarro en el cáncer. Incluso, dice El País en referencia a la rectificación de la OMS del año pasado, esta organización encontró en los adictos al café  “una reducción del riesgo de cáncer de hígado y del endometrio uterino”.

El estudio que acaba de publicar Annals of Internal Medicine tuvo el cuidado de despejar previamente la cancha: tomó en cuenta en los sujetos incluidos el cigarro, además del consumo de alcohol, carnes, frutas y verduras, calorías diarias ingeridas y hasta el uso de la píldora anticonceptiva. Una vez eliminada la posible incidencia de estas sustancias, los efectos benéficos se hicieron más evidentes.

“En dos sociedades muy diferentes vemos resultados bastante concordantes: el café tiene un efecto saludable y reduce la mortalidad prematura en una cantidad no despreciable” de personas, declaró a El País el epidemiólogo Antonio Agudo, coautor del estudio europeo y miembro del Instituto Catalán de Oncología. Según el investigador, las cualidades del aromático están relacionadas a su contenido en polifenoles y a sus propiedades antioxidantes, tanto en el que contiene cafeína como en el descafeinado.

Aunque en su editorial Annals of Internal Medicine no cree que sea aún tiempo de “recomendar el consumo de café para reducir la mortalidad o para prevenir enfermedades crónicas”, señala que “cada vez es más evidente que un consumo moderado de café, de hasta entre tres y cinco tazas diarias, no está asociado con efectos adversos para la salud en adultos y se puede incorporar a una dieta saludable”. Iré entonces por mi cuarto café del día. Ahora, menos que nunca, el tema no me quita el sueño.

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